Ser personas (por Raquel Calviño Ferreira)



ilustraciones de alumnado de TEGP

La población humana mundial es el número total de personas que viven en todo el mundo en un momento específico. En noviembre del 2017 se superaron los 7.700 millones de habitantes. Con más de 65 millones de personas desplazadas en el mundo, las necesidades de fondos para las crisis humanitarias abiertas en distintos puntos del planeta son cada vez mayores.

Un refugiado es una persona que huye de conflictos armados o persecución y se ve obligada a cruzar una frontera internacional para buscar seguridad en los países cercanos. Hay que incidir en la palabra "obligada" y reflexionar sobre ella. Dicho vocablo implica que cualquier persona realiza un acto en contra de su voluntad.


Actuación en directo en el I.C. Rosmini de Roma para el "Semi di Lampedusa"


Sayed es uno de los miles y millones de personas que han sufrido, que han tenido que dejar sus hogares, abandonarlo todo por una posibilidad, por un "y si...". Son muchas las mujeres que han cargado con sus hijos y los han tenido que ver morir, renunciando a ellos. Son muchos los hombres que las han acompañado o abandonado a su suerte en búsqueda de una probabilidad, de un destino mejor. Y es que la voluntad, la fortaleza y el valor que se requiere para enfrentarse a la muerte, al sufrimiento, a la tortura, al hambre, la suciedad, el tiempo... es prácticamente inhumano. Pero entonces, si es una imposibilidad que un cuerpo pueda soportar y contener semejante dolor, ¿cómo es posible que 65 millones de personas se vean obligadas a huir de sus hogares y que aún sobrevivan físicamente y mentalmente.

Eres una persona. No tienes nada, hay guerra, nadie tiene nada. Preparas un bote junto con más personas y te embarcas en un viaje hacia ninguna parte en concreto esperando que algo salga mejor, que alguien te de lo que te falta, esperando traer un mínimo para tu familia.

¿Cómo tiene que ser tu situación para que el hecho enfrentarse a la muerte sea una opción para muchas personas? ¿Cuántos de nosotros, tan acostumbrados a las facilidades con todo a nuestro alcance, seríamos capaces de abandonarlo todo, enfrentándonos a la soledad, a la incertidumbre, a temperaturas altísimas o bajas, al mar salvaje...? De verdad no somos capaz de imaginarlo.

Ocho años equivalen a dos mil novecientos veinte días, cincuenta y cuatro mil novecientas sesenta horas. Conocí a Sayed en la isla de Lampedusa (una de las islas Pelagias del Mediterráneo, al sur de Italia). Él partió de Afganistán con tal solo 10 años sin tan siquiera despedirse de su madre, separándose de sus hermanos, los cuales con armas luchaban en una guerra que no era la suya. Durante ese trayecto, espeluznante de oír, fue torturado, engañado, manipulado. Pasó hambre, mucha hambre. Tuvo que trabajar desde su infancia para ahorrar dinero, para su propia supervivencia y así pagarse como pudiera un viaje en barco, barco en el que no lo alimentaron durante tres días, lo apalearon para que él y sus compañeros "estuvieran callados" a pesar de que tan solo querían llegar cuanto antes a su destino sin causar molestias. Llega y con descomunal valentía se mete en un camión sujetándose a unas barras soportando su propio peso y viendo como al ser parados se llevaban a sus compañeros. Siendo esta una historia real e insólita, Sayed llega a su destino, Italia.

Después de ocho años de viaje, de cincuenta y cuatro mil novecientas sesenta horas, llega y en vez de recibir ayuda, baja del camión y su conductor llama a la policía y él huye, corre.
Y entonces, alguien lo encuentra, a penas irreconocible, sucio, hambriento, dolido y agotado y decide creer en su historia, llevarlo a su casa, darle comida, una cama y agua para lavarse.
Sayed repitió estas mismas palabras con lentitud, separando cada sílaba por la importancia que le dio a cada una de esas necesidades básicas que se le habían privado. Él creyó en una posibilidad, creyó en la humanidad y cuando llegaba a cualquier parte solo le demostraban lo contrario, lo expulsaban, lo repudiaban y lo ignoraban. Creyó que ya nunca nadie creería él, que nadie sería compasivo, pero encontró por fin su salida.

Ahora Sayed está casado, con un hijo, reside en Italia y lo único que quiere es volver a Afganistán, con su cultura, con su gente, su madre, su tierra. Pero, de nuevo, está obligado a quedare por unas situaciones políticas ajenas a él. En una inmensa red mundial donde todos estamos conectados con todos y con cada suceso, está en nuestra mano enterarnos de todo lo que nos rodea. Somos nosotros quienes tenemos que ir a buscar a aquellos que desesperados nos necesitan. Somos nosotros, todos humanos, los que debemos luchar por aquellos que, debido a una casualidad, han nacido en una parte del mundo que les duele, que los hace sufrir, donde no pueden quedarse. Somos nosotros los que tenemos que difundir su voz porque sabemos lo potente que es nuestro poder, nuestra interconexión mundial. Las palabras dan la fuerza, los actos las sostienen. Sus palabras son mis palabras; su fuerza mi inspiración; su valentía mi potencia; su defensa mi deber; su supervivencia nuestro objetivo, ellos, nosotros. Todos somos uno. 
                                                                                                                                 Raquel.Calviño




"Do what is need" (Haz lo que necesitas) y "Sigue" 
Dos canciones compuestas para el presente proyecto social y educativo.